martes, 15 de abril de 2025

Historia del Gato


 

Historia del gato


El vínculo gato-humano podría haberse iniciado hace casi 10 mil años, nada menos.

Aunque parece ser que el primer gato doméstico no surgió en Egipto, la Civilización Egipcia fue la primera en adoptar a los gatos y cuidarlos como animales de compañía, muy apreciados no solo por su habilidad como cazadores, sino también por su naturaleza noble e independiente, que a la vez, también revelaba una gran sensibilidad y afecto hacia los suyos. Pero además del vínculo especial con los gatos, la civilización egipcia destacaba por un gran respeto por los animales y el interés de incorporarlos de forma natural en su estilo de vida.

La famosa veneración a los gatos que caracteriza a la antigua Civilización Egipcia está asociada al culto a la diosa Bastet, interpretada como un símbolo de protección, fertilidad y belleza. A medida que el gato iba incorporándose en la cultura del Antiguo Egipto y sus cualidades iban siendo reconocidas, empiezan a ser cada vez más comunes las representaciones de Bastet asociadas a estos pequeños felinos, siendo retratada como una gata negra o una mujer con cabeza de gata. El culto a Bastet había sido especialmente popular en la antigua ciudad de Bubastis, en la cual se han descubierto muchos gatos momificados. Probablemente, ello se debe a que los gatos en esta localidad estaban considerados como encarnaciones de la diosa, por lo que se habrían ganado el honor del ritual de momificación, que solo estaba al alcance de nobles y faraones.

Se cuenta que el vínculo de los egipcios con los gatos era tan intenso que los persas lo utilizaron como una "debilidad" para conquistar la región de Pelusio. Según las leyendas, el rey persa Cambises II ordenaba atar gatos a los escudos de sus soldados y los egipcios, por miedo o respeto, no se veían capaces de contraatacar, dejando el camino libre para la invasión persa en el Bajo Egipto. También hay una leyenda que dice que los griegos debieron robar algunas parejas de gatos para introducirlos en su país, ya que los egipcios se negaban a comercializarlos por el valor cultural y la simbología divina que tenían para su civilización. Y de esta manera, los gatos habrían alcanzado el continente europeo, aunque esto no es más que una hipótesis sin evidencias firmes.

Los griegos, en cambio, utilizaban los gatos para el control de roedores y también como una moneda de trueque con romanos, franceses y celtas. Y gracias al intenso comercio entre estas civilizaciones, los gatos habrían comenzado a expandirse por los países del Mediterráneo. No obstante, se produce una especie de ruptura en el vínculo afectivo entre gato y ser humano, ya que en estas civilizaciones los mininos no eran tan próximos al hombre y predominaba la crianza del perro como animal de compañía, de guardia y de protección.

No obstante, el momento más complejo de la relación gato-hombre ocurriría durante la Edad Media en Europa, entre los siglos V y XV. Si bien los campesinos los apreciaban por su destreza como cazadores de roedores, su aspecto, sus hábitos nocturnos y hasta el mito de las siete vidas terminaron asociándolos a la práctica de brujería y a los movimientos herejes, según la doctrina de la Iglesia. A partir de la entrada de la Inquisición, se produjo una persecución masiva  (principalmente a los gatos de color negro) que solían ser sacrificados en fiestas populares, como parte de la lucha contra la herejía.

Con la llegada del Renacimiento, este tipo de práctica empieza a perder popularidad y los gatos vuelven a incorporarse en la sociedad. Solo tras el éxito de la Revolución Francesa se prohíben expresamente las hogueras y los sacrificios populares de gatos, que pasan a ser entendidos como actos de crueldad hacia los animales. Con los brotes de peste durante la Edad Moderna, los gatos van tomando mayor popularidad en las ciudades y su presencia vuelve a ser valorada en casas, embarcaciones, comercios y oficinas. Es entonces cuando se empieza a considerar que los gatos absorbían las energías negativas, aunque los gatos negros aún suscitaban cierto temor.

La vuelta de aquel vínculo afectivo entre hombre y gato solo renacería a partir del Movimiento Romántico que florece en Europa durante el siglo XIX. El arte tiene un papel clave en el cambio de perspectiva de la sociedad respecto a estos pequeños felinos y en el abandono de las supersticiones y prejuicios de antiguas épocas. En consecuencia, finalmente el gato vuelve a adoptarse como animal de compañía y crece el interés por estudiar y clasificar los diferentes tipos de gatos.

Ya en el siglo XX, gana mucha fuerza la crianza selectiva de gatos para la creación de nuevas razas, teniendo en cuenta las características y rasgos más deseados en cada país. Como dato, en 1.900 solo existían unas 8 razas registradas, pero a comienzos del siglo XXI, esta cifra asciende hasta casi 100 razas de gatos en todo el mundo, aunque no todas estén reconocidas oficialmente.

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